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  La Insercion en el Proceso Metodologico Aportes al Trabajo Social Comunitario - Mamani Victor Hugo
 

La Inserción en el Proceso Metodológico

Aportes al Trabajo Social Comunitario

 

 

 

 

Víctor Hugo Mamaní[1]

 

 

 

Resumen

 

 

El trabajo presenta reflexiones sobre el Momento de Inserción, primer momento metodológico del Trabajo Social Comunitario en particular y del trabajo comunitario en general. Las mismas emergen de espacios conversacionales sobre textos de especialistas y fundamentalmente de las prácticas profesionales del autor y el equipo comunitario que coordina. Integran el trabajo, lineamientos conceptuales y metodológicos que se van re-trabajando permanentemente, sobre todo desde la perspectiva intercultural, donde emergen los equipos interculturales como propuestas alternativas a los equipos interdisciplinarios. Se recorren diferentes dimensiones del proceso de inserción, sus modalidades, la inserción como encuentro conversacional de culturas, como instancia de conocimiento en acción y de construcción de relaciones de confianza, como un posicionamiento estratégico. Se  citan notas sueltas sobre la inserción, resultado de conversaciones y lecturas situadas en el equipo de trabajo. Finalmente se aborda la construcción de un posicionamiento ético, político e ideológico de nuestro ejercicio profesional comunitario.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Inserción en el Proceso Metodológico

Aportes al Trabajo Social Comunitario

 

 

 

 

Víctor Hugo Mamaní

 

 

 

Yo he venido a su taller para invitarlo a que trabajemos juntos

Le explico mi proyecto: imágenes de él, sus artes de grabado, y palabras mías.

Él calla. Y yo hablo, explicando. Y él, nada.

Y así sigue siendo, hasta que de pronto me doy cuenta: mis palabras no tienen música.

Estoy soplando en flauta quebrada.

Lo no nacido no se explica, no se entiende: se siente, se palpa cuando se mueve.

Y entonces dejo de explicar, y le cuento.

 

Eduardo Galeano

Las palabras andantes.2001.Catálogos.

 

 

 

Introducción

 

Presentamos aquí, una serie de reflexiones sobre el Momento de Inserción como primer momento metodológico del Trabajo Social Comunitario en particular y del trabajo comunitario en general. Las mismas surgen de espacios y momentos conversacionales sobre textos de especialistas y fundamentalmente fueron construidas durante nuestro ejercicio profesional comunitario.

Lleva en su esencia lineamientos de nuestro Esquema Conceptual Metodológico y conceptos que vamos re-trabajando permanentemente desde la perspectiva intercultural, dando lugar así a los equipos interculturales como dispositivos alternativos a los equipos interdisciplinarios  en el trabajo comunitario. En este sentido recomendamos ver nuestro trabajo “En- red- ando Salud y Calidad de Vida” (Mamaní y Equipo, 2008)

Transitamos por diferentes dimensiones contenidas en el proceso de inserción, sus modalidades, la inserción como lugar y tiempo donde acontece un encuentro conversacional de culturas, como instancia de conocimiento en acción, como “un conocer haciendo” (Bertucelli, 1995). Inserción como posibilidad   de construcción de relaciones de confianza desde  un posicionamiento estratégico

Desplegamos  pensamientos y notas sueltas sobre la inserción, como resultado de conversaciones, lecturas y reflexiones situadas, para, finalmente, acercarnos a la construcción de un posicionamiento ético, político e ideológico de nuestras prácticas profesionales comunitarias.

 

Abordamos nuestro proceso metodológico desde el Construccionismo Social, y decimos intentamos porque nuestro compromiso con este enfoque arranca con las enseñanzas del maestro Natalio Kisnerman en el año 98 y lleva unos pocos años. Dicho compromiso fue creciendo, a medida que nuestra realidad nos fue exigiendo la utilización de un enfoque cualitativo en el trabajo con nuestro pueblo, pueblo que no puede seguir siendo objeto de manipulación.

Los paradigmas tradicionales que sirvieron de base a las ciencias sociales entraron en crisis y en la década de los ochenta, irrumpió este enfoque, permitiéndonos operar en el plano de las representaciones, valoraciones e interpretaciones que los sujetos le asignan a su realidad, realidad interpretada y expresada a través del lenguaje en acciones  comunicativas intersubjetivas.

El construccionismo es un enfoque abierto, epistemológico y transdisciplinario, en el que se articulan diversas disciplinas (Kisnerman, 1999, p.16) solo es instrumental, no es un modelo  ni algo que podamos recetar con la certeza de resultados  óptimos. Nos facilita estar más humanamente con  el  pueblo,  pueblo que  otorga sentido al título que nos acredita como profesionales (Idem, p.9)  Al decir pueblo nombramos  a todo ese gran sector humano que subsiste por su esfuerzo y trabajo, a ese sector que calladamente costea nuestros estudios y el bienestar de una minoría (Kisnerman, 1990, p.10)

Nuestro trabajo se sustenta en una ética de la actuación profesional basadaen el reconocimiento de la existencia de una realidad multicultural objetiva, pero que tiende a construir la interculturalidad, coincidiendo así, con el  posicionamiento de Natalio Kisnerman(Aab, 2002, p. 174) Es en esa trama relacional intercultural, en la vida cotidiana de nuestro pueblo,  donde nosotros decidimos legitimar nuestro ejercicio profesional.

Nuestro abordaje teórico y metodológico contempla la Inserción, la deconstrucción, la construcción y la reconstrucción como procesos coexistentes, sin que ninguno tenga una posición dominante con respecto a otro. El momento de deconstruir es el determinar cómo se ha ido construyendo la situación problema y también qué preconceptos, representaciones, prejuicios, supuestos, están operando como barreras u obstáculos para intentar, desde la situación construida (comprendida), reconstruir mediante nuevas prácticas, una situación superadora (Kisnerman, 2005, p.221) que será evaluada junto a los protagonistas de la acción.

 

La Inserción  ¿De qué se trata?

Ya en un compilado nuestro sobre Servicio Social de Grupo (Mamaní, 2003, p.204)  habíamos arriesgado una construcción propia sobre el proceso de inserción, como primer momento del proceso metodológico, momento de aproximación progresiva a través de encuentros sucesivos con instituciones y con los sujetos en los espacios locales, emergentes ellos en una red vincular con otros sujetos (dinámica vincular)  en un interjuego fundante de necesidades – satisfactores, lo que remite a una dialéctica intersubjetiva. Todas estas relaciones hacen que se construyan como tales socialmente, que sean históricos, en tanto están fechados en el tiempo y espacio, con capacidad de reflexionar y resolver los problemas de la propia existencia. (Kisnerman, 2005, p.155)

En la actualidad y desde nuestra experiencia comunitaria con sectores empobrecidos, desde una perspectiva intercultural, consideramos  la Inserción  como el primer momento metodológico que implica; un conjunto de acciones de aproximación progresiva a las condiciones concretas de existencia de las poblaciones indolatinoamericanas, participando de y en su vida cotidiana, de y en sus prácticas culturales, con el objetivo de “conocer haciendo”, construir relaciones de confianza y emerger junto a nuestras poblaciones, con respuestas equivalentes a los problemas que nos afectan. Significa ingresar estratégicamente a su territorio existencial,  desde la acción reflexiva,  con un genuino y respetuoso interés social, con una actitud permanente de honesta búsqueda, participando de los dispositivos de cooperación  y  búsqueda de salud existentes y en movimiento. La calidad de dicho proceso de entrada y relacionamiento, permitirá desde y con sus narrativas, realizar con comunidades, grupos o familias; los análisis de situaciones-problema prioritarios (Deconstrucción). Dicho análisis, siempre contextualizado socio-culturalmente, posibilitará articular, interpretar y  comprender cómo se construyó cada una de las situaciones - problema, otorgándole nuevas significaciones, distinguiendo aquello que es necesario transformar (Construcción). De esta manera llegamos a la Reconstrucción; momento en el que democráticamente, nuestras prácticas y realidades; lo existente, es transformado. Construir una situación nueva, implica una planificación estratégica, donde  emerge como necesario, conformar en lo posible, equipos entre pueblo, técnicos y políticos, comprometidos todos en un proceso de transformación socio-cultural.

Re-pensar la Inserción  es contemplar la posibilidad de incluirnos en el movimiento comunitario y el de sus instituciones, de ir arraigándonos en el lugar, de ir cultivando relaciones con los vecinos, de construir el “yosotros” de Unamuno. Entendido en el marco de un dialogo intercultural, como la construcción de un “nosotros” sin perder las dimensiones de nuestro yo, el cual por el contrario no se desdibuja sino que toma nueva forma en un  intenso proceso de crecimiento.

Este proceso se nos presenta como una construcción, donde construimos una relación dialéctica entre nuestros conceptos y la realidad  que comenzamos a vivir, estableciendo relaciones intersubjetivas. Es un proceso  de aprendizaje y reelaboración  de situaciones  problemas con las que nos encontramos y de nuestros procesos personales en torno a la realidad  comenzamos a compartir.

Maritza Montero (2006, p.78)  refiere que se trata de un proceso sociocognocitivo en el cual como agentes externos e internos iniciamos o profundizamos su conocimiento mutuo captando y aprehendiendo aspectos de la cultura de cada grupo, a la vez que encontramos puntos de referencia comunes, evaluamos los intereses que movilizan a cada grupo,  desarrollamos formas de comunicación, descubrimos peculiaridades linguísticas y comenzamos a desarrollar un proyecto compartido. Es además un proceso que nos introduce a los agentes externos en el conocimiento de la comunidad, transformando en habituales y entendibles los aspectos específicos de cada comunidad.

 

Modos de Inserción

Vamos a retomar lo dicho en nuestro compilado, la inserción en instituciones y comunidades presentan características diferenciadas. Estas diferencias tienen que ver con el contexto y dinámica relacional donde nos insertamos (comunidad e instituciones) la periodicidad y cantidad de acercamientos sucesivos a los actores en su vida cotidiana, o a la dinámica institucional. Caracterizamos dos modos de inserción:

La inserción disolvente: implica que un equipo se sumerge en la realidad y se disuelve, se extravía en el movimiento comunitario,  pierde sus objetivos o se desvía de ellos, se identifican en su totalidad con los actores sociales e institucionales. El equipo se pierde en dicha dinámica, no toma distancia para verse críticamente en su proceso.

La inserción turística: implica acercamientos esporádicos y de poca intensidad relacional. La inserción está en los discursos de gabinete, no en las acciones que realmente le darían contenido a dicho proceso. Se limitan a frías encuestas, cerrados cuestionarios, observaciones aisladas, encierros institucionales que producen conocimientos parciales de la realidad, parcelados, fragmentados, interpretaciones desde “el afuera y desde lejos” de la dinámica relacional, descontextualizadas socio-culturalmente. El equipo se encuentra distante  de los actores y su vida cotidiana,  distante de  la sensibilidad y  compromiso con la transformación social.

Las dos formas descriptas, poseen vacíos considerables. La inserción a la cual adherimos, siguiendo a Oscar Jara y CEDEPO, se ubica entre estos dos extremos, creemos que debe existir una cercanía necesaria  a los actores y sus condiciones concretas de existencia, de modo que nos permita conocimiento, comprensión, sensibilización y acción conjunta y equivalente a los problemas. Con esta cercanía necesaria, se tensiona una distancia óptima, la que nos permitirá visualizar y visualizarnos en nuestro proceso: acercamiento necesario – distancia óptima, dos caras de una misma moneda: la inserción.

 

Inserción, proceso de  “Conocimiento en Acción”

El trabajo psico-social comunitario se inicia fundamentalmente con el momento de inserción o  familiarización como lo denomina Maritza Montero (2006, p.76) En dicho proceso los equipos externos deciden e inician su conocimiento de la comunidad, espacio local, barrio, a la vez que los miembros de  ésta comienzan a relacionarse con las personas – técnicos que vienen de afuera, ya sea de un centro académico o de una institución pública o privada. Es un momento de encuentro, de intercambio progresivo, pues como refiere Bertucelli (1997) en la mayoría de los casos,  partiendo de una situación de sospecha mutua y confianza deteriorada, sobre todo si miramos la historia de las relaciones entre instituciones con las comunidades, muchas veces estas últimas, tratadas como objetos.

Se trata de un proceso muy importante en el trabajo comunitario, al cuál es necesario darle la atención que merece, pues corremos  el riesgo de confundir a los actores, de quedarnos en la superficie o márgenes de los problemas, o peor aún,  determinar nosotros qué se debe hacer, cómo, dónde y cuándo. “¡Y como somos un equipo democrático, permitimos a los actores que participen y de paso los empoderamos!” Entonces nos confundimos nosotros también, creyendo que nuestro trabajo comunitario es emancipador y liberador.

Dijimos que es un proceso de aproximación progresiva a la vida cotidiana y sus prácticas culturales, con el objetivo de “conocer haciendo” y construir relaciones de confianza para emerger junto a nuestras poblaciones indolatinoamericanas con respuestas equivalentes a los problemas. A esto agregamos, que  permite a los equipos comunitarios, la sensibilización con la comunidad y sus problemas, paso necesario -a nuestro criterio-  para garantizar la confianza en el proceso conocido como identificación del Problema –Objeto, que nosotros intentamos siempre, hacerlo siguiendo las narrativas y visiones de los sujetos.

Esta identificación conjunta del problema-objeto,  es un aspecto clave para dar comienzo en sentido estricto,  a la acción comunitaria. Sin este proceso intenso de conocimiento en acción, de familiarización, de construcción de confianza, de identificación conjunta con la “gente” del problema emergente, se torna dificultoso el trabajo comunitario y pueden cometerse muchos errores evitables.

Montero aconseja y acordamos con ella, que se trata de un proceso que no debe ser tomado a la ligera, recuerda que es necesario dejar de lado en la medida que ello sea posible, los estereotipos y prejuicios  tanto negativos como positivos y trabajarlos en el interior de los equipos. Los negativos porque generan conductas aprehensivas, temerosas, que pueden ser percibidas por los miembros de la comunidad como modos de descalificación, de segregación y como concepciones negativas con las cuales se los está etiquetando, lo que ocurre en muchos casos. En el caso de los prejuicios positivos, porque pueden ser responsables de las visiones “color de rosa y está todo bien” que  no nos permiten captar lo que está ocurriendo en una comunidad, ni la forma en que se dan las relaciones o su estilo de vida, desviando así la comprensión de la situación con la que se trabaja, originando errores y omisiones.

Es difícil estar consciente de los prejuicios y estereotipos, porque ellos son parte del proceso de naturalización de ciertos modos de concebir la realidad, este consejo debe acompañarse de una sana actitud crítica, que debe en primer lugar aplicarse a las propias concepciones e ideas de los agentes externos.

Ya dijimos en un trabajo anterior (Mamaní, 2003, p.204) que se trata de un proceso de aprendizaje tanto para alumnos y profesionales que incursionan en el trabajo comunitario, al cual debería prestarse mucha atención, pues es la puerta de entrada a cualquier proceso metodológico en el campo comunitario. En esta instancia, creemos que la pregunta esencial es el ¿cómo hacemos nuestra inserción?

 

¿Como Hacemos?

Las formas de “entrar  a la dinámica vincular”, como la llama Denise Najmanovich (2006, p.71) son muy diversas, no existe “la receta” al respecto, lo que podemos aportar son algunas  sugerencias desde el aporte de otros autores y desde nuestras experiencias de trabajo. Para nosotros una condición fundamental es el interés social genuino, es decir un compromiso ético, político  e ideológico (Martinez y Agüero, 2008, p.59) con el cambio, con la transformación social, con la emancipación y liberación de las clases oprimidas, a través del pensamiento y acción críticos.

Montero (2006, p.79) nos dice que antes de “entrar” a una comunidad  es necesario informarse de la manera más completa posible sobre ella. Si existen registros públicos en los cuáles se puedan obtener datos demográficos, ellos deben ser consultados, al igual que parte de su historia a través de crónicas y noticias de prensa. Otros datos de interés también pueden encontrarse en los archivos de instituciones públicas que hayan tenido que ver con la comunidad.

Concordamos con Rozas Pagaza (1998, p. 76) cuando sostiene que el inicio metodológico de la intervención empieza con un recorte geográfico y social del contexto en el cual el profesional inicia su práctica. Ello significa, por otro lado iniciar un conocimiento de dicho proceso en el cual se interrelacionan los actores en función de su relación con sus necesidades. Para iniciar ese acercamiento se establece un proceso de inserción, considerado por la autora como momento que posibilita desde una actitud investigativa, desarrollar un diagnóstico que explique el campo problemático.

Agregamos que  dicho proceso debe ser contextualizado  histórica y socio-culturalmente  e implica una honesta búsqueda de información, en lo posible, sin interferir en la vida cotidiana de los actores, evitando construir falsas expectativas. Podemos consultar documentos e informes institucionales, leer mapas barriales, repasar su historia escrita, consultar datos estadísticos y demográficos, conectarnos con sus producciones culturales, etc., paso previo para iniciar el proceso que llamamos de conocimiento en acción, “conocer haciendo” diría Sebastián Bertucelli (2006, p.23). Conocimiento construido desde el interior de la trama interaccional entre los actores, donde emergen necesidades, estrategias y los propios recursos. 

Consideramos necesario que los equipos que inician la inserción en comunidades y en instituciones tengan en claro qué quieren conocer, y  el conocimiento adquirido sea el necesario para resolver los problemas junto al pueblo. No caer en la estéril situación de conocer por  el mero hecho de conocer, al decir de Rodolfo Kusch (1975, p.7)

Las instituciones como los sectores barriales, tienen categorías específicas para su análisis, consideramos elemental captar la lógica interna de los sujetos, es decir poder identificar el circuito de poder en la dinámica interaccional, las creencias, los mitos, las representaciones sociales, motivaciones, saberes, prejuicios,  las estrategias de vida, los modos comunicacionales, su organización y sus dispositivos naturales de cooperación frente a problemas sentidos.

Variadas son las formas de conocer y creemos también que el investigador puede y debe apelar a su creatividad. Desde nuestra experiencia podemos decir que pudimos acceder al conocimiento de instituciones y la vida cotidiana de los actores, a través de encuentros informales, compartiendo actividades tanto institucionales y vecinales en la cotidianeidad de sus actores, escapándole por momentos al esquema de entrevistas – encuestas – cuestionarios – observación. No todo es “un juego de preguntas y respuestas a modo de interrogatorio policial” (Vicente, Lorena, 2003-CRVA/MBS). Trabajando desde sus propios dispositivos cooperativos en movimiento, pues “cuando la gente hace, conversa naturalmente”, somos seres conversacionales que construimos realidades desde el lenguajear expresaba Maturana (1997, p.57). El conversar es un modo particular de vivir juntos, coordinando nuestro hacer y nuestro emocionar. Conversar, es constructor de realidades, Kierkegaar había señalado que “la vida es una conversación”, a lo que Maturana agrega, “una comunidad humana está constituida como una red de conversaciones”

 

“¿Ya se van? ¡quédense un rato más! Así charlamos un rato, nos conocemos mejor ustedes y nosotros, nos escuchamos y nos contenemos. Charlando conocemos nuestras penas y alegrías, hablamos macanas también, y nos reimos, porque no estamos todo el día trabajando con la cara de piedra. La pasamos bien” nos decía una vecina, al pedirnos que nos quedemos un rato más, en un Ropero Comunitario, quedarnos a “cum-versare”, para reflexionar juntos (Kisnerman, 1999, p.8), a charlar  diría la Sra. Cardozo, Carmen.

Batjin, citado por Ramos Gutierrez (2008, p.18 describe las conversaciones como procesos continuados de actos y de respuestas a las que siguen otras respuestas, de un modo que recuerda a los procesos de comunicación de Watzlawick, aquellos que cada uno puntuaba a su manera.

La descripción y el relato son modalidades expresivas de “la gente”. En otras palabras el discurso de la “gente”  toma en general, el cuerpo de lo narrativo, aún cuando, desde el punto de vista pragmático ese mismo discurso esté cumpliendo una función argumentativa (Dallera, 1994, pp.17-19)

En la inserción nosotros transitamos por las conversaciones espontáneas e impredecibles, en lo posible desprejuiciadas, comprometidas, apasionadas, conflictivas y planeadas.

Al respecto Todorov  (2003, p.85) en su obra  “La conquista de América, el problema del otro” nos recuerda que para comprender a los pueblos originarios: “No hace falta remontarnos al libro santo del Popol Vuh, que pone la palabra en el orígen del mundo, para saber que las prácticas verbales son altamente estimadas…”

Consideramos  importante, como refiere Mustieles Muñoz (1997, p.81-83) aprovechar las situaciones emergentes de la dinámica interna de las instituciones y comunidades, sus iniciativas, sus festejos, sus reuniones, sus ceremonias religiosas, etc., para conversar cuidándonos sin olvidar nuestro objetivo. Y aquí queremos aprovechar la oportunidad para traer una anécdota narrada por el Antropólogo Raúl Díaz (2007) durante su cátedra en la Maestría en Trabajo Social (UNER) (adaptada por nosotros) que ilustra muy bien la situación de “perder los objetivos”

 

 

 

 

 

Carta de un Investigador de pueblos originarios en México a su Director de Tesis Doctoral residente en Francia.

“Estimado profesor, le comento con beneplácito que he logrado insertarme en esta comunidad. Desde hace unos dos años que vivo con ellos, me compre un terrenito y estoy construyendo mi casa mientras dure mi investigación. Comparto con ellos sus celebraciones religiosas, participo de sus fiestas. Me aceptaron cordialmente en sus instituciones, sufro con ellos los problemas que afectan  a niños, ancianos y mujeres. Me apropie como un habitante más de sus creencias, participo de sus rituales, de sus fiestas. Realmente la paso muy bien con ellos. Me consideran uno más de ellos, y yo también lo creo. Por favor profesor, la agradeceré que me recuerde a la brevedad ¿Cuál era el tema de mi tesis?

Esto se relaciona con lo que recomienda Rozas Pagaza (1998,79) no mimetizarse con la realidad, no debemos olvidar que nuestro ejercicio profesional se encuentra guiada por una postura ética-política con una reflexión teórica y una capacidad instrumental, que nos ubica estratégicamente  en otro lugar respecto a  la inmediatez, sin perder de vista la trama social de los sujetos en una situación micro social.

 

Inserción: encuentro con “los otros”                                     Hombre Occidental, tu miedo al Oriente

¿Es miedo a dormir o a despertar?

 

Antonio Machado

Caminar “continente adentro” por las profundidades  del barrio o de las instituciones con sus dinámicas particulares, nos lleva a encontrarnos con profundos procesos de autocrítica, que muchas veces no son tenidos en cuenta por los equipos ni sus coordinadores. Sobre todo en el campo comunitario, esto guarda relación con nuestro modo de llegar y conectarnos con la gente, nuestro modo de hablar, de preguntar, de comunicarnos, con nuestras matrices relacionales. Significa revisar nuestra capacidad de establecer relaciones confianza con “el otro del descubrimiento” (Todorov, 2003) “con los otros lejanos y desconocidos” y nuestras explicaciones científicas sobre ellos. Tiene que ver con el modo  en que  construimos a esos “otros” (Rosato, 2005, p.44)

 

 

“Quiero hablar del descubrimiento que el yo hace del otro. Uno puede descubrir a los otros en uno mismo, darse cuenta de que no somos una sustancia homogénea, y radicalmente extraña a todo lo que no es uno mismo: yo es otro. Pero los otros también son yos: sujetos como yo, que sólo mi punto de vista, para el cual todos están allí y sólo yo estoy aquí, separa y distingue verdaderamente de mi”

Todorov (2003)

 

Creemos que es un momento de revisar concepciones de sujeto, nuestros miedos, nuestras vergüenzas, capacidades, limitaciones  y los modos de acercamientos  que muchas veces van cargados de prejuicios y etnocentrismo, con una idea de desarrollo sostenida desde una visión occidental, ajena a la realidad histórica de nuestra América Latina y alejada de la matriz del pensamiento  popular postulado por Alcira Argumedo (1993, p.4)

Tendremos que elaborar el duelo de perder la creencia de nuestra supuesta superioridad  y pasar a construir y habitar verdaderos espacios interculturales (Mamaní, 2005, p.16)

 

Perfilando un posicionamiento estratégico.

Como dijimos, tenemos que elaborar el duelo de la pérdida de una creencia nociva en los profesionales de las ciencias sociales que eligen el trabajo comunitario y es la creencia de esa supuesta superioridad (ir a enseñar, a educar, a civilizar, a animar, a pro - moverlos) para lograr un salto cualitativo y habitar la interculturalidad.

Nuestro posicionamiento debe ser flexible y dinámico, con una mirada profesional estratégica. Implica  ubicarse frente y en interrelación con los sujetos y sus necesidades, situarnos frente a las representaciones que construyen de su situación problema, de las instituciones, frente a sus requerimientos y capacidades. Finalmente el equipo analizará la relación sujeto – necesidad – recursos y estrategias en movimiento, como  expresión complejizada de la cuestión social. Asimismo éste saber específico e instrumental se complementa con un conjunto de procedimientos metodológicos que articulados con las demandas y propuestas del pueblo, orientan la direccionalidad de nuestra intervención profesional.

Significa conocer,  interpretar y comprender que los actores en su contexto sociocultural construyen un proceso particular de  interacción en torno a sus capacidades disponibles para la resolución de sus propios problemas – estrategias ensayadas. Es decir que cuando el equipo llega a iniciar su proceso de inserción, ya existen dispositivos cooperativos en movimiento, solo hay que saber encontrarlos. De este modo, el sujeto que aparece ante nosotros es un sujeto con su problemática particular, demandas y necesidades, con sus capacidades y recursos, con sus estrategias genuinas en movimiento, que son la expresión  de su vida cotidiana, la que será indispensable develar junto a él, para legitimar socialmente,  en el terreno y con acciones, nuestro ejercicio profesional.  Ver Concepción de Sujeto (Mamaní y Equipo, 2009, p.24)

La punta del ovillo, en la actuación profesional, es la inserción en donde se presenta la oportunidad como dice Rozas Pagaza (1998, p.78) de realizar el seguimiento de las necesidades como hilo conductor. Agregamos que es importante también el seguimiento de las soluciones ensayadas por la población, es decir sus dispositivos naturales de cooperación, de resolución de problemas, aquellos que están en movimiento antes de la llegada de los equipos, los que vienen siendo (Bertucelli, 2006, 12) Significa identificar estrategias y dispositivos que las poblaciones vienen desarrollando en su vida cotidiana, para acoplarnos funcionalmente a ellos, hacer pie en ellos, para no proponer  cursos de acción erróneos y desconocidos para la comunidad.

Desde esta racionalidad se nos presenta en la inserción una triada a tener en cuenta: SUJETO – NECESIDAD – ESTRATEGIAS GENUINAS, como punto de partida y eje de nuestro proceso metodológico. La inserción no es una sola vez y para siempre, es un proceso relacional que se profundiza durante nuestro trabajo con la gente. Ya dijimos que el trabajo “codo a codo” con el pueblo posibilita conversar,  construir relaciones de confianza, conocer contexto y vida cotidiana de los sujetos, nos permite ir sintiendo con ellos, el impacto de los problemas sociales en la vida de nuestros pueblos, sintiendo como pueblo que somos, la necesidad de mejorar nuestra calidad de vida.

Coincidimos con el planteo de los Cuadernos CEDEPO, en que el hecho existencial de estar, compartir y sentir con nuestro pueblo, nos permite una inserción de “cuerpo y alma”, cuando decimos cuerpo incluimos la racionalidad.

Se trata de un proceso interminable, permanente ya que nuestra experiencia nos enseñó que cada día que acontece en el barrio, necesitamos recuperar la confianza  de los vecinos en los equipos comunitarios y fortalecer nuestros vínculos. Lo que cambia son los ritmos.

 

De  agentes externos a compañeros de trabajo

Dejando claro, que hablamos desde los aprendizajes generosos  de nuestra experiencia de trabajo comunitario, afirmamos que la palabra “compañero/a” lleva el sentido de alguien que acompaña en y con la tarea. Una persona que acompaña una acción, un proyecto, un trabajo, acompaña a caminar. Esta significación compartida con los vecinos que nos acompañaron en nuestras experiencias barriales, fue construida en la vida cotidiana junto a ellos “ustedes trabajan con nosotras”, “aquí trabajamos juntos”, “si vamos, vamos todos…”, “que no falte ninguno, porque no es lo mismo el equipo”, son expresiones vecinales que ayudaron en dicha construcción.

Llegar a esta categoría, de ser considerados compañeros de trabajo por el pueblo es una “bendición vecinal” diría Bertucelli, que muy pocos logran. Una vez que vamos ingresando a su esfera existencial, progresivamente vamos ampliando el campo de maniobras en el barrio, se intensifica y profundiza la dinámica vincular. Vamos pasando del acople funcional al momento de nuevas lecturas, nuevas situaciones problema y nuevas estrategias, o nuevos cursos de acción siguiendo sus dispositivos existentes. Vamos legitimando en el terreno y desde  el compromiso con la acción-transformación,  nuestro ejercicio profesional.

Vamos construyendo situaciones de credibilidad en esta sociedad en la que cada vez se cree menos en las instituciones y  en los profesionales. Nos hacemos creíbles desde la acción y no desde el discurso, podemos confluir (los aparentemente distintos) en acciones conjuntas, en soluciones equivalentes a los problemas que afectan a la comunidad, que nos afectan. Comenzamos a hacer juntos, desde la situación de compañeros de trabajo, construimos la acción conjunta y mutuamente transformadora. Nos construimos como compañeros de trabajo.

 

¿Si preguntan por técnicas?

“Las cosas nos desbordan, nos parece que las ordenamos, pero se disgregan.

 Las ordenamos nuevamente y nosotros nos disgregamos”

Raines Rilke en Mabel Goldemberg (2000, p.5)

 

Ya enunciamos que nuestro objetivo en la inserción, más allá del conocimiento, es la construcción de relaciones de confianza con nuestras poblaciones. Para este último objetivo apelamos a la persona estratégica y creativa del profesional o estudiante, integrante de los equipos comunitarios.

Sobre todo dirigimos nuestra mirada a la capacidad de “entrada y con-tacto”  con y en la dinámica vincular (redes socioafectivas). En nuestra experiencia, ingresamos a la esfera existencial de los/as vecinos/as desde acciones concretas, acoplándonos funcionalmente a los dispositivos cooperativos que vienen siendo, existentes y en movimiento. Dejándonos llevar por el movimiento, en medio de conversaciones francas y honestas.

Por otro lado Rozas Pagaza nos señala que se  combinan técnicas de intervención y técnicas de conocimiento. Nosotros agregamos que estas técnicas se topan en el campo interaccional, con prácticas y manifestaciones culturales. Así, la formulación de objetivos profesionales descontextualizados socioculturalmente y el uso de  técnicas desarticuladas de la perspectiva teórica-metodológica se convierten en instrumentos de muy poca utilidad. Soplaríamos en “flauta quebrada” al decir de Eduardo Galeano.

Por ejemplo; si llegamos a trabajar a un barrio, para nosotros es poco conveniente empezar a instrumentar una encuesta sin antes haber ganado confianza y legitimidad con los pobladores de la comunidad, porque podemos generar mayor rechazo y desconfianza  del cual partimos. Además  de los instrumentos, es necesario tener en cuenta la pertinencia en la aplicación de los mismos. Nos referimos aquí, a la evaluación del momento adecuado, la “oportunidad” al decir de Mustieles Muñoz (1997) de aplicar una técnica  o instrumento. No debemos olvidar que la información que captemos, debe aportar a la construcción de respuestas equivalentes a los problemas de los grupos y comunidad, no solo para confeccionar informes o engrosar expedientes, que duermen en cajones de los escritorios. Refiere Rozas Pagaza (1998, p.80) que las técnicas de uso más frecuente en este momento, son observación participante, entrevistas informales, historias de vida, testimonios, juegos, investigación bibliográfica, visitas domiciliarias, etc. No debemos olvidar que la información que  emerge y se capta, debe ser crítica y reflexivamente registrada en los cuadernos  de campo, pues nos permiten, desde su re- lectura, comprender aspectos de su micro dinámica social; interrelaciones, necesidades, saberes, representaciones y estrategias sobre el problema prioritario.

Nos acercamos a la vida cotidiana de los sujetos, con nuestros saberes cotidianos, saberes culturales, conocimientos académicos que entran en relación- tensión  con los saberes cotidianos y hechos empíricos de y en la comunidad.

Consideramos que este momento, debe ser tomado como punto de partida en el encuentro con la realidad, por lo tanto, el profesional necesita un proceso de elaboración  y devolución permanente de “lo que le sucede a él”,  en su proceso, para lo cual recomendamos trabajarlo hacia el interior de los equipos. Trabajar lo que acontece en el equipo y con sus integrantes, permitirá avanzar críticamente en el conocimiento de esa realidad, centrado en la relación sujeto, necesidad y estrategias de acción.

 

 

Notas sueltas sobre la Inserción                                                   “Con el riesgo de ser reiterativos”

De lecturas y experiencias reflexionadas en espacios conversacionales, en el interior de nuestros equipos, emergieron las siguientes notas que constituyen lineamientos de acción que nuestros equipos comunitarios, adoptan en cada proceso iniciado:

·        Consideramos conveniente recorrer el barrio, haciendo observaciones libres y anotando las primeras, segundas y terceras impresiones que surjan en esas incursiones. Estas visitas son más enriquecedoras en compañía de personas que vivan – habiten o tengan cierto grado de arraigo en el lugar y en la dinámica interaccional. Durante el recorrido y conversando con  ellos/as, realizan sus comentarios, narran sus historias y sus interpretaciones de dichas historias, que son  aportes importantes que debemos registrar. Vamos generando un modo de participación cruzada inicial, ellos y nosotros.

·         Recorrer el barrio con sus habitantes nos permite, durante ese caminar, la identificación de sus relaciones con otros vecinos (redes vecinales), como así también sus fronteras  relacionales que los separan de algún otro grupo vecinal.

·        El vecino “llave” o “vecino referente” con quien caminamos, nos muestra su cartografía, su mapa personal del barrio, nos describe cada sector y opina sobre él, nos ayuda a identificar obstáculos futuros, sectores peligrosos o no, ventajas u otros aspectos de orden físico, cultural, social, religiosas, recreativas, étnicas, etc.

·        Identificar sus redes de relación nos permite captar mensajes y hacer circular en dichas redes, la información que los equipos necesitamos que la red vecinal conozca o sepa, en relación a nuestro trabajo en el barrio. Debemos tener en cuenta que las redes más fuertes, no necesariamente son las más visibles y acceder a ellas puede ser muy difícil, si no se encara estratégicamente el proceso de inserción (Montero, 2003) Coincidiendo con los autores y desde nuestra experiencia, la manera que nos resultó, fue la de conectarnos con personas llaves, es decir con arraigo en el lugar y con interés social genuino. Ellas abren puertas relacionales y facilitan actuación profesional.

·        Un mapa orientador es un recurso válido y útil, para caminar por las calles del barrio y en compañía vecinal. Las visitas a personas llaves o claves, son particularmente importantes cuando se trabaja con poblaciones arraigadas a un territorio específico, donde el acceso físico y el conocimiento del lugar son necesarias para el transitar cotidiano de los equipos comunitarios y para construir  la red de relaciones diversas. El conocimiento del  barrio en tales casos, es una condición necesaria para la  recolección de información a georeferenciar (Olcese, 2002) que complementará  la investigación-acción posterior.

·        No solo los equipos foráneos observamos, caminamos y conocemos, sino que la vecindad también camina, nos ven y nos van conociendo en las primeras relaciones construidas. Es recomendable, desde nuestra experiencia, que nos conozcan mientras vamos haciendo con ellos, mientras nos acoplamos a sus dispositivos en movimiento, resolviendo problemas juntos. Necesitamos conocer su dinámica, preferentemente desde adentro y haciendo, “conocer haciendo”. Kush (1975) expresaba que “se conoce para vivir y no por el mero hecho de conocer”

·        Este conocer-haciendo, que es un hacer con la vecindad, construye relaciones de confianza, siempre y cuando el equipo muestre su interés social genuino y que no trabaje con recelos ni aprensión. Como ya dijimos, las actitudes de asco, temor, inseguridad o hacer cosas a desgano, sin gusto, sin pasión por la profesión elegida, son claramente percibidas por los/as vecinos/as y pueden son leídas como actitudes descalificadoras de la comunidad y su vida cotidiana.

·        La inserción posee una característica importante y es el mutuo conocimiento y  la mutua transformación, ya lo dice Bertucelli (2006) “lo que nos cambia es el pueblo” y estamos plenamente de acuerdo con esta afirmación que emerge de sus prácticas comunitarias realizadas por varios países de América. Todos los alumnos y profesionales que realizaron pasantías y residencias en nuestros proyectos comunitarios, quedaron marcados por la experiencia relacional con nuestras poblaciones indo-latinoamericanas. Podrán compartir o no la estrategia teórica-metodológica, el posicionamiento ético-político e ideológico de nuestros  equipos y proyectos, más no podrán negar que el contacto con su cultura, modificó sus lecturas de la realidad, sus prácticas y en algunos casos, que puso en debate: la elección profesional. 

·        No solo se trata de que los agentes externos conozcan las relaciones y el lugar de trabajo, las personas de la comunidad también deben saber ¿Quiénes somos los que venimos de afuera?, con un “proyecto salvador para ellos”, “un proyecto participativo”, “que venimos con buena voluntad a ayudarlos a resolver sus problemas”, “a golpear puertas y hacer preguntas”. Necesitan saber ¿Quiénes son estos profesionales o alumnos que vienen a nuestro barrio y que nosotros no llamamos? Habrá que responder estas y otras preguntas, pues trabajaremos juntos.

·        También consideramos importante que nuestros equipos sepan  ¿qué hicieron otros equipos antes de nosotros? y ¿qué están haciendo actualmente las instituciones?, y sobre todo ¿qué hacen los vecinos en relación a sus problemas? Como sugiere Bertucelli (2006) “no podemos pensar ilusamente que todo comienza cuando nosotros llegamos con nuestros proyectitos traídos de afuera para adentro y de arriba para abajo”. Todo problema encontrado en la comunidad y consensuado con la vecindad, trae una historia de actuaciones profesionales fallidas (o no sería problema) por ello es importante detectar ¿Qué se hizo y qué se viene haciendo? para no cometer los mismos errores. Miller (2004, p.217) nos dice en este sentido “no podemos deslizarnos dentro de la comunidad sin ser anunciados, presentados y comenzar a recolectar datos”

·        Ignorar las recomendaciones de Miller o Bertucelli, impactaría negativamente en el protagonismo de la comunidad, a la vez que disminuiría el impacto esperable en el trabajo del equipo comunitario. Los equipos no son los únicos “autorizados y capacitados”  para investigar, preguntar y esperar respuestas. Por el contrario, la vecindad también necesita saber quienes somos, de donde venimos. Tienen derecho a dudar y desconfiar de nosotros y nuestras intenciones.

·        Las poblaciones de los barrios poseen una no grata experiencia de “equipos de profesionales, de estudiantes practicantes, lleguen tomen lo que necesiten para su objetivo, y se vayan” (Mamaní, 2005, p.17) Necesitan saber quienes somos, pues entramos en su vida cotidiana, muchas veces sin ser presentados “llegamos a su casa de visita sin avisar, sin que nos esperen, hacemos preguntas, miramos todo lo que podemos, encima creemos que deben recibirnos siempre y con buena cara” De ese modo construimos frustraciones tras frustraciones en los equipos comunitarios.

·        La presunción de que los equipos y sus integrantes que pululan por las calles del barrio haciendo preguntas y observando, no deben presentarse, o de que su presencia sorpresiva (control) en la comunidad no tiene efectos visibles o importantes para el trabajo comunitario (como si fuéramos invisibles) es un grave y craso error que puede inducir a equivocaciones e interpretaciones equivocadas, además de generar mayores sospechas y rechazos.

·        Entrar en sus interacciones pone en evidencia tanto a los integrantes de los equipos como a los vecinos, todos nos conocemos mejor. Construimos relaciones de confianza, creando de este modo espacios de participación, protagonismo y trabajo compartido.

·        Estas relaciones de confianza, por cierto nutritivas, son llevadas por quienes integran las redes socioafectivas y se abren de este modo las posibilidades de conectarnos con muchos más vecinos/as.

·        Si bien preferimos hablar de protagonismo vecinal más que de participación, estas categorías presentan diferentes grados de expresión, que muchas veces no son esperadas o aceptadas por el equipo. No debemos desechar ni descalificar ninguna manifestación de los aportes, iniciativas e ideas de la comunidad.

·        En este momento – proceso tanto equipos como vecinos, captamos la cortesía, amabilidad de cada interlocutor, como también la poca credibilidad de lo que hacemos o decimos.

·        Debemos cuidarnos de no caer – en el afán de explicarnos mejor- en el lenguaje campechano ni en el apaisanamiento (en el intento de hacerme el paisano –miento) Aquí esta subyacente una concepción de desigualdad que debe ser trabajada y superada, hacia el interior de los equipos con cada co-visor o coordinador del proceso.

·        Recomendamos para este juego interaccional “ser lo más auténtico posible”. Si por algún motivo, debemos marcharnos del barrio o del proyecto, que sea dándonos a conocer tal cual somos, pensamos, sentimos y hacemos. Que nuestra retirada no sea solapada, a modo de escape, huida y mucho menos porque nos descubrieron jugando a un como si… o careteando, mintiendo, fingiendo.

·        Presentarnos con sinceridad, franqueza, no tratar de asumir posiciones complacientes. La aceptación buscada surge de la interacción franca. Las dudas e inseguridades, temores deben  ser trabajadas en los equipos, desde el inicio. Solo así se supera esta etapa de rodeos y circunloquios y de falsas apariencias, pasando a lo que Goffman llamo Backtage en el cuál ya no se necesita representar un papel. Y para ello se necesita confianza y respeto, que permitan expresar con libertad las propias opiniones y sentimientos.

·        El lenguaje estereotipado, formal, cauteloso, calculador, los rodeos y peor aún, las expresiones verbales y no verbales inadecuadas, usadas por el desconocimiento de la cultura en movimiento son producto de vacíos relacionales en el proceso de inserción y tienen consecuencias que demoran el trabajo comunitario; “si no sabe no hable”.

·        Entre las consecuencias negativas en las relaciones con la comunidad podemos citar algunas situaciones; cuando los vecinos nos dicen lo que los equipos deseamos escuchar “contestamos rápido, así se van y podemos seguir con nuestras cosas”. Por cautela, los vecinos nos dan respuestas políticamente correctas (neutrales) evitan las respuestas que comprometen su YO, nos confunden con respuestas donde no podemos ni sabemos diferenciar la apariencia de la sinceridad; con dichas respuestas, llegamos a creer que logramos el objetivo,  hasta construimos el problema-objeto.

·         Por todo lo conversado hacia el interior de nuestros equipos, desde experiencias y lecturas de especialistas, decimos que el comportamiento de los equipos comunitarios debe ser entonces, franco, abierto, amable, comprometido, firme, sin subterfugios. Debemos evitar una relación fría y distante, de carácter únicamente técnico. Consideramos necesario construir un juego interaccional basado en la confianza, que sea alegre, vital, nutritiva para todos, respetuosa, de modo emerjan respuestas respetuosas y vivaces (Kelly, 1920)

·        La actitud de los equipos, debe ser de apertura, amplitud hacia todas las personas y grupos que integran la comunidad, aún cuando las demandas nos orienten a trabajar con determinadas categorías específicas; mujeres, ancianos, niños, alcohólicos, etc. este aspecto debe ponerse en consideración y ser trabajado desde los inicios del proceso.

 

 

Posicionamiento Ético y Político e Ideológico  de los Equipos Comunitarios

 

“Juan piensa, Pedro siente, José actúa. Nosotros disociamos”.

 

Ricardo Klein (2004, p. 141)

 

La apertura a la que nos referimos no supone un posicionamiento de supuesta neutralidad respecto al problema que se abordará. Debe quedar claro que si estamos allí, es porque nos preocupa, tenemos nuestro interés social genuino en juego, puesto sobre la mesa de la cuestión social. Tenemos y debemos adoptar una posición respecto a este asunto. Escuchamos a todos los que podemos, pero los equipos, debemos tener una línea de pensamiento definida y flexible (principios teóricos y operativos) que orienten nuestras acciones. Esto supone una posición ética – política e ideológica con respecto al problema y sus protagonistas, a nuestros equipos, con la comunidad y sus instituciones.

Ya dijimos anteriormente, que el proceso de inserción para los equipos, significa conocer, sensibilizarse y fijar líneas de acción frente a los problemas y la comunidad,  debemos agregar que también significa una posición ética- política e ideológica, un compromiso genuino con el cambio, la emancipación y liberación de nuestras poblaciones indo-latinoamericanas oprimidas.

Nos consideramos trabajadores del área de lo social y cultural, con la posibilidad de construir conocimientos desde nuestras prácticas, desde los dispositivos equivalentes con los problemas que trabajamos junto a la gente, trabajo a escala humana y microsocial. Elegimos el compromiso de trabajar con la gente especialmente con los más necesitados, ello exige ser prudente para no caer en  mitificaciones y sacralizaciones de nuestra metodología, por más énfasis y pasión que pongamos en nuestro trabajo. Cada día en los barrios, encontramos nuevas pistas extremadamente ricas y otras por mejorar, otras por descubrir, otras por construir.

Militamos con nuestro trabajo en las bases, insertos y formando parte del pueblo que sufre, que resiste, que ríe, que llora., que lucha cada día de sus vidas, pueblo que elige feriados para trabajar para su familia y progresar.

Pueblo  que nos permite trabajar y nos ayuda, que hace posible que seamos trabajadores  en lo comunitario desde esta perspectiva, a lo largo de nuestra geografía tan diversa y rica, en una realidad tan dulce y tan cruel a la vez.

Trabajamos en los barrios y allí ponemos a rodar nuestras ideas-acciones para ir realizando la micro-utopía, como siembra cierta, de quienes queremos  construir una sociedad nueva, experimentando en nosotros la herida de los derechos lesionados, de las injusticias sufridas, y también de la solidaridad compartida. (Mamaní y Equipo, 2009, p.144)



[1] Víctor Hugo Mamaní. Trabajador Social. Socioterapeuta en Tóxicodependencias SEDRONAR- CEIS. (Centro Italiano de Solidaridad) Roma-Italia. Especialista Universitario en Administración de Programas y Proyectos Sociales por la Universidad de Antofagasta. Chile. Posgrado en Teoría y Técnica de Grupos. Universidad Nacional de Tucumán. Actualmente es Maestrando de la Universidad Nacional de Entre Ríos, Carrera: Maestría en Trabajo Social. Coordinador del Proyecto Comunitario de la Fundación Carmo Lamas. Perico. Jujuy. “Por un futuro mejor II-2008. Enfoque de redes e intercultural a problemáticas de la infancia” Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia. Ministerio de  Desarrollo Social de la Provincia de Jujuy. Se desempeña profesionalmente en la Legislatura Provincial-Bloque Justicialista y en organizaciones de la Sociedad Civil como consultor en temas de su especialidad y conferencista independiente. Correo electrónico: victorhugo235@hotmail.com  

 

 
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