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  Centro de Estudios Jakasiña
  Susurros entre Rejas. Andrea Gauto
 

SUSURROS ENTRE REJAS
Autora: MARIA ANDREA GAUTO
Editorial Universitaria. 2010.
Colección:  Los Tesistas

Presentación: Victor Hugo Mamani Gareca ( 3 de Noviembre del 2010) Posadas. Misiones
Facultad de Trabajo Social. Universidad Nacional de Misiones.

 



 

PALABRAS PARA ABRIR UN LIBRO
 
Víctor Hugo Mamaní
 
 
Agradezco a la Editorial Universitaria de la Universidad Nacional de Misiones, a la Lic. Andrea Gauto la invitación a presentar un “sulfuroso” “Susurros Entre-Rejas”, es realmente un honor estar aquí. Mi eterno agradecimiento.
Con mi maestro en la profesión y en la vida, Natalio Kisnerman, entendemos el Trabajo Social como profesión y disciplina científica, que su sentido ha sido y es potenciar lo humano en la superación de diversas situaciones en sociedades y culturas en las que contrastan realidades no siempre favorables al desarrollo de esa cualidad que denominamos “lo humano”. Se quebraron los lazos de solidaridad y cedieron los puntales organizadores del bien común. El escenario social está marcado por la violencia, por un profundo estado de indefensión, de malestar y deterioro de la calidad de vida. El desencuentro es una moneda corriente que circula por nuestras vidas y vamos por el mundo respirando nuestra propia disolución social. La pobreza, el desempleo, la violencia institucionalizada, la corrupción, la discriminación social y particularmente la étnica entre otros muchos factores recurrentes, dan testimonio de una sociedad que discursea sobre derechos humanos pero no los practica (Kisnerman, 2006) Derechos vulnerados y abandonados a su suerte, que el ojo miope de la justicia social no alcanza a ver diría Andrea Gauto.
En esta dinámica social, se encuentra inserta la cárcel, institución que arrastra desde sus orígenes diferentes problemas, que según Elías Carranza (2009) en América Latina y el Caribe son: la falta de políticas integrales, el hacinamiento carcelario, la deficiente calidad de vida en las prisiones, la insuficiencia del personal y su inadecuada capacitación y la falta de programas de capacitación y trabajo para las personas presas. Pese a la introducción de numerosas legislaciones penales y procesales de medidas alternativas a la pena privativa de libertad, los operadores jurídicos continúan privilegiando la pena de prisión y la prisión preventiva, desvirtuándose así la normativa internacional y los principios constitucionales relativos al tema, y que resultado de ello fue que numerosos países duplicaron sus tasas de encierro entre los años 1992-2008 y algunos incluso triplicaron, ocasionando grave hacinamiento carcelario, violencia, motines, numerosas muertes en casi todos los países y grave afectación a otros derechos fundamentales como la salud, que se ve seriamente amenazada por las enfermedades infecciosas, situación que la Corte Interamericana de Derechos Humanos han considerado trato cruel, inhumano y degradante (Carranza, 2009, p.19)
Los Servicios Penitenciarios son estructuras marcadamente centralizadas en la toma de decisiones, orientadas a la producción de orden y disciplina, que en esta Argentina con una democracia consolidada los muestran como obsoletos, anacrónicos, manteniendo el espíritu residual de la dictadura militar como refiere la autora de “susurros”. Orden y disciplina ante todo, por sobre el respeto a los derechos de los reclusos, por sobre un tratamiento. Caracterizadas como fuerzas de seguridad con intensas y acentuadas improntas militares, estableciendo estructuras, mecanismos de gestión y prácticas reflejas al ejército (guardias, desfiles, uniformes, casinos, etc.,) propias de un sistema militar que privilegia, las ordenes, la obediencia, la subordinación. Hay escalafones, agrupamientos y jerarquías, hay un personal superior y otro subalterno, modelo que establece una brecha entre ellos mismos. Los grupos que gobiernan la administración penitenciaria, buscan cooptar, disciplinar, obtener adeptos acríticos, no pensantes, títeres uniformados, fijan modos de trabajar, en fin, solo buscan poder – gobernar, permanecer. El proceso prisionización también salpica en sus afectaciones, al agente penitenciario, aumentan los niveles de stress, retracción, desgaste psicológico.
Un detenido con trato hostil, requiere de atención psicológica – social – educativa, aumenta la demanda y desbordan los servicios. En la mayoría de las agencias penitenciarias es clara aún, la pervivencia de la DOCTRINA CRIMINOLOGICA PELIGROSISTA, de cuño positivista, la cual tiene una base etiológica en su concepción del delincuente y busca las causas del delito de acuerdo a criterios deterministas, individuales, genéticos y biopsicológicos. El discurso positivista construye un paradigma para el penitenciario, que fija la imagen del interno como “el otro, anormal, inferior y altamente peligroso”
También intensifica la retracción de la institución sobre sí misma y cierra la posibilidad de incorporar  avances en criminología crítica – estrategias socioeducativas, etc., que se han producido durante el último siglo, empobreciendo el elenco de estrategias, medidas y alternativas para intervenir frente al fenómeno del delito y el encarcelamiento.
A esto se suma que la institución tiende a excluir o limitar todo tipo de participación comunitaria en la materia, operando en los hechos como una institución privada y no pública, que ofrece un servicio. Tiene una marcada debilidad de controles, la gestión penitenciaria, espacios de poca y nula visibilidad (viven pensando en construir muros), estructura fuertemente burocratizada y compartimentada, vulnerabilidad por parte de la población destinataria de las prestaciones y un sistema disciplinario hermético y de represalias diversas que impide la formulación de denuncias. Esto factores en su conjunto se vuelven en caldo de cultivo, en contexto propicio para la aparición de los casos de corrupción. El respeto por los derechos de las personas privadas de su libertad no es visualizado como finalidad trascendental de su actuación sino como obstáculo para su trabajo.
Andrea Gauto trae la voz de las mujeres encarceladas, que casi nunca están presentes en los eventos que en su nombre se hacen. Andrea levanta el velo e invita a mirar con ojos “no miopes” tal situación. Su obra la presenta a ella y a su impronta con meridiana claridad: oir la voz del otro lado de la reja, caso contrario, como diría Juan Scatolini: “estaríamos a punto de comer guiso de liebre sin liebre”. Delia Nuñez (Carranza, 2009, p.228) refiere que el tema de la mujer y su relación con el sistema de justicia penal ha sido poco desarrollado, visualizándose en términos generales una carencia de estudios o investigaciones sistematizadas sobre la criminalidad y la criminalización de la mujer. Una revisión de los libros manuales, tratados o estudios de criminología, refleja lo anterior, donde el tema aparece mencionado de manera marginal sin mayor desarrollo teórico. Los estudios sobre mujeres en prisión también son limitados, pues se ha aplicado a las mismas, los estudios hechos a hombres privados de libertad. Sin embargo, en los últimos años ha habido una mayor preocupación no sólo sobre las condiciones de las privadas de libertad sino sobre las razones por las cuales las mujeres ingresan en prisión.
En este sentido, la obra de Andrea Gauto es un susurro suave, un murmullo asentado en las narrativas de las mujeres encarceladas y en el propio relato, un susurro que deja escuchar la palabra y el sentir del otro lado de la reja, de la celda, del pabellón.  La autora ingresa al campo interaccional e intersubjetivo construido entre-rejas, buscando el encuentro con aquellas mujeres privadas de libertad. Mujeres que desde el dolor del encierro le permitieron recorrer aquella geografía del daño que provoca el enjaulamiento del ser humano por otro ser humano. Daño que no solo afecta “al preso/a” sino que se extiende a su sistema familiar. Daño del que nada se habla, mucho se oculta y poco se hace para superarlo. Andrea ingresa a las redes comunicacionales buscando el tan mentado rapport que para quien les habla no es otra cosa que una relación de confianza humana, que permite desplegar narrativas que dan cuenta de los que nos pasa a cada uno, integralmente.
Sin darse cuenta o quizás si, Andrea Gauto escucha, conversa con esa “otra” que también es ella, con esa “otra” que le da plena existencia y la confirma, confirmándose mutuamente. Ambas saben que la realidad humana primaria son personas en conversación (Harre, 1983, p. 58) Fluye la conversación y emerge la mirada, el cuerpo se dispone, fluyen palabras, circulan significados, interpretaciones van y vienen, construimos algunos acuerdos y desacuerdos. Emociones y sentimientos nos impregnan en cada relación cara a cara, relación que cobra significados diferentes detrás de los muros o cuando cada reja se abre y se cierra. Así, la conversación, entendida con suficiente amplitud, es la forma de las transacciones humanas en general. (MacIntyre, 1981, p. 197) Los seres humanos existimos como tales en el lenguaje, en el espacio relacional del conversar, del lenguajear.Todo el vivir humano se da en redes de conversaciones” (Maturana (1995, pp. 159-165)
Los cerrojos no impiden que los protagonistas del proceso “conversen” y construyan realidades desde el lenguajear de Maturana (1990) o el ahora “susurrear” de Gauto (2010) No impide que recorran críticamente la práctica institucional del encierro y su discurso justificador, del diagnóstico de patología y peligrosidad, su violencia simbólica al decir de Bordieu, la soledad estando con otros, la peregrinación sufriente del visitante, la rutina deteriorante de los días calcados y la colonización del yo. La reja no impide que las conversaciones transiten por las aulas y los lugares de trabajo, ámbitos que también operan como reproductoras del sistema de control socio-institucional. (Foucault, Goffman, Wacquant, entre otros)
En su recorrido, la autora explora  críticamente la maternidad en situación de encierro, la crianza de aquellos hijos en prisión, la modalidad de alojamiento y las relaciones que se construyen a partir de tan especial situación. Los desencuentros en la cárcel, entendiendo estos como relaciones conflictivas y violentas, encuentran su antítesis en los encuentros y reencuentros familiares, en la fe como respuesta alternativa y esperanzadora frente a la cartografía del dolor que describiéramos, pero que no son suficientes.
Las instituciones son ese espejo al lado del camino de que hablaba Stendhal. Espejo que devuelve una imagen no deseada pero que se sabe real. Allí reside el problema y se asienta la negación evidente en las instituciones que tienen que ver con la transgresión; del orden, de las apetencias y los fantasmas de cada época. (Balestena, 2003, p.11)
El libro de Andrea Gauto, es un acto de fe, todo libro lo es decía Natalio Kisnerman allá por 1964 y en este caso en particular, Fe en que para reducir la criminalidad son imprescindibles ejecutar políticas integrales, que no solo promuevan buena justicia penal, sino, sobre todo, de justicia social. Fe en que esas políticas reconozcan y respeten la diversidad étnica y cultural de nuestros pueblos, con atención a las personas en situación de especial vulnerabilidad, enfocadas a reducir el desempleo y la inequidad en la distribución del ingreso y a fortalecer los programas de educación, salud, vivienda y bienestar social; con un capítulo de justicia penal verdaderamente justa, transparente, sin impunidad para la criminalidad económica. Fe en que tales políticas incluyan la perspectiva de género y que se utilice la prisión exclusivamente como último recurso y de aplicarla, sea en condiciones de dignidad, seguridad, higiene y respeto a los derechos fundamentales de las personas recluidas en ella.
Fe en el colectivo profesional de los Trabajadores Sociales para profundizar en el conocimiento y reconocimiento de la operatividad de los Sistemas de Control Social Formal y la necesidad de resignificar críticamente nuestras prácticas a la luz de la doctrina consagrada constitucionalmente y en un campo profesional en el que muchas veces los Trabajadores Sociales  nos insertamos acrítica y funcionalmente como agentes de control sociopenal.
En este sentido, el libro de Andrea Gauto que hoy tengo el honor de presentar, constituye un valioso aporte para preguntarnos: si la cárcel y sus representantes, con sus discursos y prácticas manifiestas ¿han fracasado o siguen triunfando?  Muchas Gracias.
 
 
 
Víctor Hugo MAMANI GARECA
Posadas, 3 de Noviembre 2010


 

 
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